miércoles, 3 de febrero de 2010

EL CURRISMO, EL OTRO DÍA LO ENTENDÍ...


Era una de esas largas tardes invernales al amparo de día de descanso de trabajo y obligaciones, reposando en mi cama y como punto de ocio el disfrute de una corrida de toros descargada por la red internauta. Era el año 1999 si no me confundo, componían el cartel Curro Romero, Espartaco y Manuel Caballero desde el coso mediterraneo de Valencia ( plaza de 1º categoría ). El cartel me atrajo antes de sintonizar, lo componía el arte y dominio de Curro Romero, la técnica, la buena lidia y el toreo ventajista de Espartaco, y por último Manuel Caballero con su poderosa técnica y su toreo al natural de mano baja.

La retransmisión la comentaban dos grandes como Fernando Fernández Román y el matador de toros Roberto Domínguez, este último mencionandor al comenzar la corrida de lo que movía el currismo, esos sentimientos, pensamientos y emociones, los cuales como comentaba, para muchos han sido como una religión.

Pero tiempo atrás leía el libro que le dedicó Antonio Burgos al Faraón de Camas, curioso, bonito y atractivo en el cual contaba la historia de un hombre que ha vivido muchas aventuras en su vida, que la pobreza en la que nació le hizo grande, alguien al que algunos aficionados de Sevilla le contaban el número de pasos que hacía en el paseillo, un tío al que la gente en términos humorísticos y de exageración andaluza pagaba la entrada sólo por verle hacer el paseillo, un humano con mucho miedo y valor, un personaje al cual al toro que no le embestía cortaba la faena porque decía que un artista no puede aburrir al público nunca, una sombra por la que un panadero se peleó un día con un cliente en su tienda porque hablaba mal de curro, un grande de la tauromaquia que vivió en MAdrid, y que demostró su cariño hacia Las Ventas y Sevilla por ser plazas de mucha sensibilidad, y así, mil historias para contar...

Salió el primer toro de Alcurrucen, bien presentado, Curro con su avanzada edad no dudó en el primer lance estirarse a la verónica, cogiendo corto el capote y con la pata pa alante, cuando lo normal es tantear al toro, sin duda me quedé asombrado. En el últmo tercio, toreo de muleta vertical, a compas abierto, dominio, suavidad, temple, naturalidad,expresión,gusto...
Llegó la hora del quite en el el 1º toro de Manuel Caballero, allí en el tercio dos verónicas templadísimas y una media pasando el toro cerca, parándole despaciosmanente y con muchísimo gusto, la cual me puso a mí en pie de la cama, a Valencia y a los comentarístas. Una media de escándalo y recuerdosin duda.
Llegó el punto opuesto, el 5º astado, feo de hechuras, manso y en la muleta se vino muy abajo sin posibilidad de lucimiento, Curro acortó y se llevó la bronca injusta para mí, de ahí a no estar confiado y pasar el famooso trago suyo con la espada, donde valor para matar le ha faltado mucho...

Sin duda en pocos pases pude ver a un gran torero de dominio al toro que embiste fuerte, de saber llevarlo con firmeza, de templar, de torear despacio y de parar el reloj. Comprendí el sentimiento que movió el currismo, que a día de haber nacido ayer, me habría decantado seguramente seguidor de todo un personaje auténtico, con personalidad, polémica, verdad, timidez y todos los adjetivos que quedaron en el libro de la historia de la tauromaquia. Resumiendo en pocas palabras, a título de parrafo y resumidamente, lo podríamos denominar como Antonio Burgós los escribió en su día en la obra dedicada al maestro de Camas; EL MITO Y LA ESENCIA...

" Esto del toreo es un arte, pero no todo el mundo lo entiende así. El público paga por entrar en la plaza y por ellos es por quienes lo paso peor cuando las cosas no salen. Yo voy buscando ese toro que me embista y ya quisiera que me embistiese más a menudo. Cómo no, si el primero que goza en esos ratos soy yo. Pero esas cosas de los ratos desagradables pasan ".

" Y yo siento que soy el mismo de siempre, igual que de chaval, que soy el mismo, que mi cuerpo de ahora es el mismo de entonces, porque no siento el cuerpo, nada más que siento el alma, quizá en esos momentos esté toreando con el alma, por eso no siento ni el cuerpo, ni el peso de la muleta y de la espada, ni las voces y los oles, ni nada. Son las muñecas solas las que están toreando, son las piernas solas las que están allí. La cintura sola, flexible, sin gravedad, todo sedoso, todo como una inmensa caricia. El toreo es como acariciar. Torear es convertir algo violento en algo bello, saber que llevas dentro la verdad te da una seguridad enorme ".

Artículo de Julio San Martín Moreno

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