domingo, 27 de marzo de 2011

JUSTIFICACIÓN DE LOS BRAVOS...


Era cosa de las 7:50 de la tarde, Florito relucía el paisaje pantanoso Venteño del domingo de hoy, con sus lustrosos cabestros. Minutos antes, el sexto de los chospes caía al suelo por una lesión en su mano. Salío el sobrero de Navalrosal, jardinero de nombre, muy en en el tipo, sobresaliente de fuerza y motor y dejando sus semillas en el recuerdo. Su codiciosa embestida y repetición se moestraba en la lídia, hasta que el fuego del turbo élite brotó en su sangre. Allí había un diestro vestido de verde y oro que saludó al 3º de forma extraordinaria de capote, a ritmo de ralentí mexicano, con una media de serenidad. 20 m le ofreció al 6º toro, porque el animal quería celo en la muleta y galopar a ritmo de hipódromo. Series con la diestra llevadas, más que de poder( a excepción de la cuarta, donde la mano baja y el mando puro se alzó por encima de las nubes madrileñas ). La mano zurda suspendió, citando desde el pirulí, y sin llegar dejar ver al astado ver el recorrido que tenía. 20 muletazos y a por la espada, y el animal no pedía el cambio, quería jugar los 90 minutos y la prórroga, porque los que son bravos poseen dicha característica. No se conforman, y comienza pidiendo una limosna, y a medida que tomar confianza te piden el millón de dolares. Y aunque, les robes el maletín, no se dan por rendidos para intentar lograr el KO. Aunque le pongas la estocada hasta la bola, el animal dice que no se va al cielo de rosas. Porque bravura es luchar hasta el final, es recibir una puñalada y querer contratacar con dos, es ir mareado antes de la cima, y de repente recibir sales minerales del sitio que no los hay, es no tocar la muleta y que te puedan por bajo, y sacar agresividad, casta y " lo que hay que tener " para romper el trapo rojo en tres. Es decir también a parte a Emilio huertas, que cómo con un novillo con la boca cerrada, se puede ir a por la espada de verdad, cuando la opción de recibir en la puerta Grande de MAdrid la corona de marqués, es regalada a base sólo de querer hincharte a torear en el albero madrileño, y calmar la cortina de agua con más entrega, serenidad y ganas de volcar la puerta con una fuerte patada.

Bravura, es ir de menos a más como la faena de en el quinto por Sergio Flores, donde un novillo algo rebrincado, entrando en la muleta en dos y tres tiempos sin permitirte nada como el quinto, Sergio Flores a base de corazón y de decir aquí estoy yo, hagan sonar las palmas del coso para caerte una lluvia dulce de palmas, con muletazos de poder y ganas frente al respectivo temperamento y genuino comportamiento del astado.

Bravura, es dar la cara como José y Ángel Otero en sus respectivos. Expresando con el cuerpo querer saludar, yendo de frente para cuadrar para imponerse al animal, no dejando al peón de brega dar veinticino pases, y como con la distancia y la verdad saber reunir en el balcón de un rascacielo americano. Nada más que contar, fueron cuatro soberbios pares de banderillas que levantaron de los asientos mojados al público.

Bravo, es venir a MAdrid y mostrar que vienes a torear y no de turistas como vinieron los astados de los chospes, donde no se les vieron postitivas actitudes en el caballo, donde algunos en el inicio de la faena no se acobardaban de la clase impartida en el colegio sobre lo que es la raza ,incluso, impacientando al diestro que debía dar hasta cuatro toques con su muleta. Claro que decir al ganadero, que para enseñar a embestir a sus toros, hay que seleccionar mejor.

Pero hoy se cumplió en los toros, lo que al final de las películas de intriga. En momentos de frío y aburrimiento a nivel de astados, veíase disfrutar del cimiento de la fiesta. Y no hace falta escuchar oles desde Cartagena de Indias, sólo con ver galopar y luchar hasta que el agotamiento mental diga hasta ¡aquí hemos llegado!, ¡basta!. Desde luego que no fue día de turistas para decir de MAdrid Al cielo, porque la frialdad y el mal tiempo de la ciudad, fue enturbiada por el gran sexto novillo de Navalrosal.Y ahora sí que sí, DE LOS CHOSPES AL FUEGO, Y DE LA BRAVURA DEL NAVALROSAL AL CIELO.

CRÓNICA DE JULIO SAN MARTÍN MORENO

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