jueves, 19 de mayo de 2011

En el Guadalquivir nace, en el Atlántico desemboca...


Hoy 19 de mayo necesitó El Cid esos oles tan característicos de Madrid, largos, jaleados y durmiendo por momentos el toreo con esos giros de muñecas finales. Porque el toreo se sueña en la caída del sol, y mientras existen esos momentos de soledad de un diestro, se levanta sonámbulo escuchando los oles de la catedral mundial que revientan timpanos y levanta al público del tendido. ¡Que manera tan fantástica cante de los aficionados!, y es que en el toreo prima la verdad, la que dibuja el significado de la mano izquierda. Esa es la que manda en el toreo, la que exige un valor sereno. Es la dificultad que conlleva echar los vuelos y coger el tiempo para la ligazón. Es aquella que posee la dificultad de limpiar las legañas al toro cuando se remata debajo de la pala del pitón. Y lo difícil, que tan selectivo es en la carrera de los toreros, se produce por unos individuos privilegiados, que producen corrientes con la muleta poderosa como la del Cid,capaz de enganchar y llevar hasta el infinito, y de acortar el muletazo con verticalidad y remate de toreo antiguo. Muy por encima estuvo esa mano izquierda del auténtico petardazo, blando y descastado encierro del puerto. En el 4º, cuando pedíamos a gritos que desapareciera el animal de la arena, llegó un médico invisible ofreciendole un red bull. ¡Que comportamientos tan extraños tiene esta especie!, y de repente, arriba el toro a repetir y aguantando por bajo con nobleza la autoritaria muñeca del Cid. Comenzó la faena en dos series con la diestra bien rematada atrás con muletazos detrás de la cadera. Los oles llegaron cuando el cid desefundó la pistola, y todo el mundo manos arriba. Lección de dominio y temple, rematadas todas las series con pases de pecho circulares hasta la eternidad, enganchados de fuera a dentro para no interrumpir el viaje, por no querer pensar que los dio fuera de cacho como acostumbra el sevillano. Estocada trasera y oreja.

Miguel Ángel Perera mostró una lección en Madrid de pegapases como un trolebús sin saber a donde llega el destino. ¡Que aburrimiento de tarde ofreció!. Chico, si el toro no vale, y el publicó te pide que fuera, vayase fuera. Pase por aquí, pase por allá, de repente cambio para dar el de pecho por la espalda, y una auténtica borrega en la arena. Y sí, estuvo muy voluntarioso, y muy encimista como ya sabemos que torea, pero permanecemos cansados de todos los años llamarle con el despertador para que despierte y abra los ojos. Los animales no se los puede perder el respeto como creo que hizo en el segundo, y aviso tras aviso, año tras año, tenía que pasar. ¡Que fea voltereta!, y sinceramente, pobrecillo por la paliza tremenda que se llevó.
En el quinto comenzó la faena con muchísimo mérito y tragando lo escrito en la biblia. El toro venía al paso, y en arrancadas fortuitas y cortas, el péndulo se cambiaba a la espalda para hacer en marco la foto en un museo. El animal dudaba al entrar, mirando mucho al diestro, había que empaparlo y dar toque fuerte, pero Miguel Ángel pase por aquí,me cruzo, pase por allá, y cruzar el toro con la muleta en la espalda, y así, imposible la ligazón. Y de nuevo el tostón, y venga y venga y venga.

Daniel Luque se llevó los más destacado en cuanto a mansedumbre y falta de casta. Vaya dos auténticos moruchos, tan sólo permitiéndole realizar un saludo con verónicas de bella factura, durmiendo al toro por su ralentí y gran acompañamiento de cintura y riñones encajados.

MAnsedumbre de los toros, y capea de alcalareño en su último par, donde de repente el miedo se hizo presente, y ante un toro inválido ( después de propinar un buen 1º par ) entrando por la espalda a traición y con una banderilla. Todo lo contrario que joselito Aguirre que propinó dos señores caballeros pares asomándose al último piso del rascacielos.

En el Guadalquivir nace la casta y desemboca en residuo la mansedumbre. En las marismas comienza el natural, y desemboca con olas despaciosas en la orilla del estrecho, y en MAdrid nace la muleta adelante, en Sevilla el remate final artístico, y en el atlántico, terminan los pases de pecho hasta el infinito. Y es que, la mano izquierda, entre otras, es la del toreo puro, la verdad, la del dinero, y sobre todo, la de los grande secretos.

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